9 de enero de 2019

Sobre lingüística y personas



Lejos de mi intención, muy lejos, plantear cuestiones de filosofía barata o puramente lingüísticas. La cuestión es un pensamiento que me ha asaltado hoy: lo relativamente fácil que se es PERSONA y lo mucho más complejo que es el proceso de convertirse en MEJOR PERSONA.  

Digamos que el sustantivo nos viene "de serie", pero el calificativo (o determinante o como quiera que se le llame ahora) no llega si un verbo no lo empuja, si no hay una acción de por medio.  Y nótese que no he dicho BUENA PERSONA sino que he utilizado absolutamente adrede el comparativo MEJOR. Porque este proceso de crecer en lo personal, de mejorar, le pone a uno siempre en comparación con el yo que era antes, el día anterior, el minuto anterior, el segundo anterior.  Pero no me comparo con otros, sino conmigo mismo, por ser un proceso interno, de autocrecimiento, de automaduración. Yo en mi relación conmigo. Vengan los pronombres ahora. Parece que la cuestión filológica pesa...

Recibir, Dar, Contagiar, Luchar, Rodearse... son algunos de esos verbos que empujan a mi sustantivo, que empujan a que mi sustancia de hoy se vea determinada y modificada cualitativamente. 

Dar y Recibir son dos verbos que se complementan y que complementan a la persona. Directamente proporcionales, así se decía,  ¿no? Que cuanto más das, más recibes, vaya. Y podría entenderse de otro modo: que cuanto más das menos tienes parecería más lógico, pero quiere la vida que esto sea justo lo contrario. Uno es más rico, tiene más, cuanto más da, cuanto más cede.  Y no hablo de lo material, que eso en este escrito no tiene cabida, sino de todo lo otro, es decir, de lo que es importante. 

Estas reflexiones y las que vienen a continuación tienen como base una experiencia musical y sobre todo personal surgida hace un par de meses y que ha culminado, en teoría, el pasado día 7 de enero con un Concierto de Reyes en el que Cantate Mundi, dentro de su Proyecto Cuore, ha cantado por y para la asociación Guerreros Púrpura. Digo “en teoría” porque uno no canta el concierto y se olvida de todo lo vivido antes, sino que la experiencia te posee y decide permanecer en ti, quién sabe si se instalará para siempre en ese sitio que todos los corazones guardan, esa vitrina tan frágil y tan especial. 

Y de vuelta a la lingüística, de vuelta a los verbos.

Contagiar y contagiarse, transitivo o reflexivo, tanto da. La generosidad se contagia y nos contagia, es un hecho comprobado. Generoso quien te cuenta con ilusión en qué consiste el proyecto, quien te dice “¿lo hacemos?”, poniendo dudas en tu cabeza. Quien te contagia de esa emoción y esa energía y se remanga, a tu lado siempre, preguntando qué hay que hacer, por dónde empezar y cómo seguir. Generoso quien decide participar sin pensarlo, sabiendo lo complejo que será buscar huecos para ensayos y que habrá que estudiar para luego poder cantar dignamente. Generoso quien, sin un solo hueco libre en su vida profesional, te acompaña al piano y se ocupa, además, de llevar un par de ensayos. Generoso quien te dirige, quien a tu largo mensaje explicando detalles del proyecto te contesta con un: “¿Y un mensaje tan largo para esto? Pues claro, cuenta conmigo”. Generoso quien te presta su casa para los ensayos, una casa que es de todos, una Casa en la que cuando tú hoy cantas, otros habrán rezado muchas muchas veces. Eso impresiona mucho, aunque ya se sabe aquello de que “cantar es rezar dos veces”…  Generoso quien viene no ya a escuchar un concierto, sino a colaborar en un proyecto que va mucho más allá. Generoso quien colabora incluso sin asistir al concierto. Generosos mis compañeros de coro que han puesto al servicio de este proyecto lo mejor que tienen: sus hijos y las voces de sus hijos, consiguiendo con ello la emoción de todos nosotros. Extremadamente generosos todos y cada uno de los miembros de esta asociación que tanto nos ha enseñado. Generosos y llenos de amor, que no sueltan de la mano a sus hijos, sean cuales sean las circunstancias. Las sonrisas de Diego o de Lara se contagian, definitivamente. 

Luchar.  “No podemos”, dices, y sigues la frase con una serie de justificaciones que son las que te han convencido de por qué no puedes participar en este proyecto. “No podemos”… Y cuando te escuchas a ti misma decir eso en voz alta, es cuando eres consciente de tu mezquindad, cuando eres consciente de que tu generosidad ha de crecer mucho todavía... Si ellos pueden, ¿no voy a poder yo? Si ellos luchan, y lo hacen a diario, y en cuestiones realmente importantes, ¿las pequeñas dificultades, los pequeños tropiezos, me van a vencer a mi? Y claro que luchas, y con tus ganas y las de todos, y con el convencimiento de que todo saldrá, pues todo sale, no hay otro remedio.

Rodearse. Es una suerte rodearse  de personas increíbles que te enseñan tanto que uno no deja de maravillarse cada día. Y te rodeas de sonrisas limpias, mágicas, de momentos irrepetibles, de instantes sutiles, de emociones contenidas, de gestos de amor. Y de música y voces.

Y cantas y te emocionas. Y te emociona mirar alrededor. Y sentir alrededor. Y vas notando cómo todo esto te ha convertido en un poco MEJOR PERSONA de lo que eras. Y no es precisamente gracias a la lingüística, ni siquiera a los verbos: dar, recibir, contagiar-contagiarse, luchar, rodearse…  Lo que te hace ser es lo que es como tú: PERSONAS. Siempre, lo mejor de la vida son las personas que uno decide que  formen parte de ella y las personas que aceptan que tú formes humildemente una pequeñita parte de la suya. A veces tú eliges, pero otras veces que andas un poco más disperso, la vida misma se ocupa de tomar esa decisión por ti, colocándote cerca, muy cerca, a esas personas. No queda más remedio que sentir una tremenda gratitud y seguir teniendo una meta: ser mejor persona siempre, tratando de ayudar a que otros también lo sean.

¡Por vosotros, guerreros! Lo vais a conseguir, y estaremos con vosotros en el camino...


No hay comentarios:

Publicar un comentario